Ocho niños del semillero del grupo de danzas
folclóricas Huakar del municipio de Guacarí representarán a Colombia en Sao
Paulo Brasil en el Festival Internacional del Folclor de Olimpia.
El grupo integrado por niños entre los 9 y 11 años
ganaron la invitación a este evento tras ser el mejor de 12 grupos de danza en
el Festival Villa María del Triunfo de Lima, Perú, ocurrido el año pasado.
En Brasil mostrarán su talento para el currulao, el
abozao y también para la cumbia y el fandango, entre otros ritmos folclóricos
de las costas pacífica y caribe del país.
José Eduardo Valencia, director artístico del grupo,
explicó que gracias a esta formación artística, estos niños han logrado un
escape al tiempo libre y a evitar caer en “todas las cosas malas que pasan en Guacarí”.
Huakar es uno de los grupos de danzas más
tradicional de este municipio del Valle, dirigido por Miriam Saavedra Rizo,
líder de este tipo de formación.
Por su trabajo el Festival Latinoamericano de Danzas
Folclóricas que se celebra anualmente en Guacarí, el evento bautizado con el nombre de la
directora Miriam Saavedra.
Pese a que cuentan con el apoyo de la Alcaldía y
llevan meses trabajando, aún necesitan más fondos para lograr su viaje. Por eso
tocan puerta a puerta en búsqueda de cualquier apoyo económico para mostrar la
danza de Guacarí en Brasil.
Si usted desea apoyar al semillero del grupo Huakar
puede comunicarse a los números 318 838 7811 y 314 741 0404.
El grupo estará entre el 2 y el 15 de abril en este
festival de Brasil.
Sin duda es una película divertida. La ves y
empiezas a cantar; también te dan ganas de bailar. En momentos piensas: ¡no,
eso jamás pasa en Cali! Pero en general es una postal turística sobre una Cali positiva.
Proyección de Ciudad Delirio durante el FICCI en el Centro de Convenciones de Cartagena
Es el romance de un español con una caleña, la cual
dirige una escuela de salsa, vive en un barrio popular y sueña con bailar en
Delirio, el famosísimo y aplaudido show de salsa que no necesita presentación.
Es una comedia romántica, de estructura narrativa
típica, con mucha música entre escena y escena, y con un montaje clásico del
cine comercial. Así que usted, amigo de ojo educado, no la vea con tantas
pretensiones, porque si Ciudad Delirio fuera grabada en Hollywood sería
protagonizada por Jennifer Aniston como Rachel Berry o Jennifer Aniston como
Rachel Berry en Mi Novia Polly. Sin embargo es una película muy divertida.
Escapa al cine narco, escapa a la pornomiseria y usa
la caleñidad pero no abusa de ella como en las telenovelas. No hay planos de
Cristo Rey, ni de Sebastián de Belalcazar, ni de las Tres Cruces, ni del Gato
de Tejada y eso ya es un buen síntoma. Recuerdo un plano panorámico leal, tal
cual como ves a la ciudad desde San Antonio. También ves el MÍO, parte de La
Ermita y la fachada del Teatro Municipal.
Pero pese a que no es en lo que la producción hace
énfasis, Ciudad Delirio sí te deja ver lo difícil que es bailar en una ciudad donde la
mayoría sabe hacerlo y donde pareciera que se vive de ello.
La película pone en pantalla que los bailarines de
las escuelas de salsa viven en esa Cali escondida detrás de la típica postal
turística, que buscan dinero ahorrando, haciendo acrobacias en los semáforos,
vendiendo comida, animando fiestas y pidiendo la plata prestada, para lograr
fabricar sus vestuarios y hacer sus presentaciones.
Esos que son
aplaudidos en el Salsódromo de la Feria, han aprendido a bailar salsa a pulso
en los barrios populares y con el mismo pulso siguen convirtiendo a Cali en esa
ciudad por la que todos sacamos pecho.
Los bailarines ensayan en la sala de su casa porque
aquí aún no se hace realidad el prometido bailódromo. En la alcaldía de Jorge
Iván Ospina se anunció que las antiguas bodegas de la Licorera del Valle sería
una Ciudad Salsa, para que allí se ensayara y se impulsara la salsa como
industria cultural, pero en estas bodegas sólo baila la maleza. Aquí todavía no
hay una política clara que reconozca lo profesional de ser bailarín, les dé un
subsidio o haga que la creación de empresas culturales sea un camino más fácil
de transitar.
Y ese obstáculo no es único de los bailarines de salsa. También
le pasa a los bailarines de danzas folclóricas tradicionales, a los de ballet,
a los de contemporáneo, a los de tango. A los que usted sólo ve en
el Festival Mercedes Montaño o en el desfile del Cali Viejo. Ellos también han aprobado todos los desafíos para mostrar que el corazón les bombea talento.
Por eso hay que ver Ciudad Delirio. Yo sé que usted se
va a reir y también va a cantar ‘Ah ah, Oh no’ y ‘Nuestro Sueño’, pero también
va a salir a valorar a todos esos bailarines caleños de pelo tinturado en
colores fosforescentes, de atuendos brillantes y lentejuelas, esos que atraen a
tantos extranjeros y que siempre sacan la cara por Cali.
Sólo cuando usted los valore podremos exigirles a
nuestras autoridades mucho más que aplausos.
Ciudad Delirio
inauguró el Festival de Cine de Cartagena
y contó con una asistencia masiva en
su proyección gratuita
a las afueras del Centro de Convenciones.
Se estrena en
salas de cine el 11 de abril
Lunares
Los puntos negros fueron algunas escenas exageradas que
sólo caben en el género de la comedia y en la mirada de una directora
extranjera: en Cali no pasa que usted va caminando por la Calle Quinta a la
madrugada, le pone la mano a una Chiva Rumbera (tal cual como a un taxi), esta
le para y usted vive la rumba de su vida.
También es un extranjerismo que después de estar de
rumba en Siboney (que queda en Menga, en la vía que conduce al municipio de
Yumbo y para ser más claro, a las afueras de Cali) usted escoja el motel Kiss Me (una de las edificaciones más pintorescas y rimbombates de la ciudad) que queda a unos cuántos kilómetros de Menga, sólo
para ir a dormir.
Aunque se lo difícil que es hacer cine en este país
y aplaudo el trabajo de los productores al conseguir tanto apoyo de la empresa
privada para esta película, algunas escenas con los productos de los
patrocinadores terminaron resultando forzadas y tipo pauta.
Por último, me parece fatal el estilo de Bollywood que le imprimieron a la película, fue tan
exagerado como tomar un jugo cargado de azúcar.