Carreta Pura

Este blog es sobre Guacarí, Cali y sobre algunas de las historias que flotan en la cotidianidad. Relatos, bitácoras y a veces algunas cartas.

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Foto: Khryz Rojas


Colombia es un país de reinas, eso está claro, pero no hay nada más inolvidable que un reinado acompañado de un escándalo. Y eso fue justamente lo que ocurrió durante el Reinado Nacional del Bambuco 2016, uno de los eventos artísticos más conocidos del país y en el cuál participó como Señorita Valle, la guacariceña Leonor Hurtado Hernández.

Quienes la conocen saben cuánto le apasiona el baile folclórico, arte al que se dedica hace más de nueve años. Por eso no era raro que Leonor se le midiera a participar en este certamen y más después de ganar el Reinado Nacional de San Pedro en el Espinal, Tolima, en el 2013.

Desde que llegó a Neiva su nombre sonó entre las favoritas y el día de la coronación los expertos en el 'sanjuanero huilense' aseguraron en la transmisión en televisión que estaba entres las tres finalistas, porque cuando bailó, la audiencia la ovacionó por el gran desempeño del Sanjuanero. 

Sin embargo, ninguna de las favoritas ganó y eso permitió que saliera a flote una conspiración evidente sobre el certamen que pasó de ser un evento para celebrar el folclor (y el mérito) a premiar otros intereses ('deditocracia'), ¡algo jamás visto en este país!

Pero qué fue lo que pasó realmente. Hablamos con Leonor y esto fue lo que dijo:

¿Cómo fue la experiencia de participar del Reinado Nacional del Bambuco, un evento que terminó siendo tan escandaloso?

La experiencia fue maravillosa, soy una mujer amante al folclor colombiano y uno de mis sueños era llegar allí, ser Señorita Valle en ese certamen, que lamentablemente se vio opacado por muchos incidentes, que fueron evidentes al público y nadie mejor que ellos para juzgar si el veredicto fue o no el mejor.

Regresé tranquila, feliz, dichosa por el trabajo realizado.  Me preparé arduamente para representar a mi departamento. Sentí la acogida y aceptación de los huilenses y ese fue el mejor premio, hacer sentir el nombre del Valle es quizás la corona para mí.

Ya habías participado en eventos de este tipo, de hecho ya habías ganado la corona del San Pedro en el Espinal, ¿tiene algo de diferente el Reinado Nacional del Bambuco, esperabas mucho del evento?


En el 2013 tuve la bendición de ganar la corona nacional de San Pedro en el Espinal. Creo que fue una de las mayores bendiciones que ha llegado a mi vida, tras ello llegaron más, como la oportunidad de representar al Valle este año en Neiva. La diferencia es notoria, lamentablemente en el Reinado Nacional del Bambuco pesan mucho las influencias políticas, el estatus de las candidatas, el talento no lo era todo. Se suponía que en ese certamen debía primar la cultura, el folclor, la destreza en bailar el Sanjuanero Huilense, complementado con la belleza, conocimientos  del departamento del Huila y del proveniente, todo eso sumaba en el porcentaje, pero no fue así.

Era consciente desde el primer momento que me dieron el aval de Señorita Valle, que sin un padrino político yo no iba a ganar en Neiva, el reinado ya tiene fama y yo era consciente de eso. Sabía que además del talento artístico se necesitaba un padrino de peso; sin embargo acepté ir porque soy amante al folclor y uno de mis sueños era pisar ese escenario. Fui confiando en mis capacidades. Fui a cumplir un sueño y a dejar en alto el nombre de mi departamento. Quería ser finalista, lo logré y teniendo en cuenta lo que se mueve en el reinado, llegué muy lejos. Los resultados se vieron y ha sido uno de los más escandalosos.

La ganadora ni siquiera sonaba como favorita, pero quién más que el pueblo huilense para juzgar, porque habíamos niñas muy capacitadas para ganar. Yo sabía hasta dónde iba a llegar con mis capacidades, porque no tenía ningún padrino político. 

Foto: Cortesía Leonor Hurtado
El final estuvo lleno de una gran controversia. ¿Siempre sentiste ese clima durante el reinado, esa sensación de que ya todo estaba "intervenido"?

No, de hecho el final fue de esa manera porque nadie se esperaba ese veredicto. Sí nos imaginamos que la ganadora iba a estar apoyada por alguien, pero al menos esperábamos que fuera una candidata que ejecutara de manera excelente el baile, una de las destacadas. Lo que nos ofende a todas las candidatas es que no fue una niña que ejecutara un baile que estuviera a la altura, nunca se vio como finalista, esa fue la mayor sorpresa. 

Por eso Bogotá actuó de esa manera (le quitó la corona a la ganadora y se la puso por unos momentos), sí fue irrespetuoso, pero como ella lo dice, fue su manera de presentar una inconformidad porque no le parecía justo que esa niña hubiera llegado a donde llegó. Fue muy evidente, pero quien juzga es el pueblo.

Lo único extraño que vi era que nos cohibían mucho de estar con nuestros familiares durante los eventos, pero la niña de Tolima (la ganadora) sí estaba acompañada por su mamá y amigos siempre. Estábamos tan ocupadas que nunca le pusimos malicia a eso, pero ya eso tuvo su reflejo en la noche de coronación.


"La sorpresa mayor fue la candidata que ganó. Ella ni siquiera hizo una de las figuras esenciales en el Sanjuanero huilense. Fue un baile muy plano, nunca fue favorita"


Bailar un Sanjuanero no es nada fácil, pese a ser una de las danzas más típicas del país, ¿cuánto tiempo te tomó mejorar esa técnica del Sanjuanero huilense, que es tan específico y tiene unas características tan precisas?, ¿Qué tal fue el desempeño de las demás?

Fue una preparación ardua. Desde que me dieron el decreto como Señorita Valle me preparé para hacer una gran presentación. Desde marzo empecé mis ensayos y viajaba constantemente a Neiva, cada fin de semana que pude, para aprender a bailarlo.

Por eso le doy agradecimientos a mi parejo James Amézquita, por brindarme sus conocimientos y abrirme las puertas de su hogar. Él me dio todas las bases fundamentales para ejecutar el Sanjuanero a la altura. Porque se ve un baile muy suave, pero requiere una preparación muy precisa, elegancia, medidas musicales que son complejas, porque en cada cambio de ritmo debes estar pendiente de qué paso seguir.

Yo bailo hace 9 años y reconozco que no fue fácil lograr un buen Sanjuanero, ensayé muchísimo para ello. Pero quedo satisfecha porque me aplaudió ese público tan exigente. Ejecutar un buen sanjuanero es ganarse el afecto de los huilenses y escuchar al coliseo aplaudiéndome me estremeció el corazón.


¿Qué pasaba tras bastidores, lo que el público no ve, había presiones, envidias o todo es muy diferente a lo que cualquiera se imagina de los reinados?

Desde el inicio del reinado cada candidata se mostró muy concentrada en su desempeño, sabíamos que teníamos que destacarnos en cada evento. Teníamos muchas expectativas porque ninguna había visto bailar a la otra antes, no sabíamos cómo estaban las contrincantes. De hecho el primer baile fue en privado cada una con el jurado.

En las primeras actividades primó la belleza, simpatía y popularidad. Supe que más de una me tenía como fuerte competidora. Los estilistas se me acercaban a decirme tú eres, tú eres de las fuertes. Sabían que ya había ganado algo y por eso me consideraban buena competidora. Tuve uno de los mejores cuerpos en traje de baño. Siempre el Valle sonó hasta el final. La gente me gritaba ¡esa es!, me buscaban para las fotografías. Nos tocaba trasnochar para luego madrugar demasiado, y en cada evento dar lo mejor de sí. Algunas eran muy amables, otras muy distantes y cortantes, pero eso hace parte de sentir la competencia.

Foto: Cortesía Leonor Hurtado


Ya en la semifinal, parecía que algunos bailarines se quedaban más que las bailarinas, ¿esto era una estrategia para ver si ustedes realmente sabían bailar?

Con mi parejo no pasó. Él es un excelente bailarín. Fue el único que bailó con cuatro candidatas y las cuatro quedamos de finalistas, éramos las más destacadas. Aunque con el parejo de la niña de Cundinamarca, que era el mismo de la de niña de Tolima, sí noté algunos comportamientos que no favorecían a la niña de Cundinamarca.


¿Para usted, quién merecía ganar?, ¿Quiénes eran la reina, la virreina y la princesa?

Teniendo en cuenta todo el proceso, modestia aparte, creo que el Valle merecía la corona, virreina Barranquilla y princesa Nariño.

¿Qué sentiste cuando nombraron a las ganadoras y cuál fue tu reacción cuando la candidata de Bogotá le quita la corona a la ganadora?

Con Nariño como princesa no me sorprendí, aunque en su segundo bailé ella tuvo un error con la arrastrada del ala, figura esencial, y pensé que esa falla la iba a perjudicar. Cuando mencionaron a Bogotá no me lo esperaba, porque pese a que lo hizo bien, en su segundo baile le faltó más expresión corporal.

La sorpresa mayor fue Tolima, porque ella ni figuraba entre las siete finalistas, porque ella en su baile ni siquiera hizo arrastrada del ala, ella solamente tocó el sombrero y lo dejó en el mismo punto. Esa es una de las figuras elementales del Sanjuanero. Fue una baile muy plano y básico, no estaba a la altura.


¿Y qué pasó después de la coronación? Nadie sabe qué pasó después de que Bogotá le quitó la corona a la ganadora… ¿qué ocurrió cuando se acabó la transmisión?

Con lo que hizo Bogotá me quedé sorprendida. Todos quedamos fríos, nadie se lo esperaba, de hecho ella tuvo todo el tiempo para tomarse la foto y nadie pudo reaccionar para tomársela. Fue muy controversial. A mí fue una de las primeras que me sacaron del coliseo. La gente gritaba rosca a todo pulmón. A la reina tuvieron que sacarla escoltada. A ellas las llevaron al concierto de Carlos Vives, a las demás nos llevaron al hotel. Los medios de comunicación nos abordaron afuera del coliseo y en el hotel. Había mucho desacuerdo.

¿Y ahora qué viene, qué lección te dejó todo esto?

Siento que vienen grandes cosas y bendiciones. Seguiré trabajando por el folclor, porque más que reina soy una bailarina folclórica, amante al folclor, y quiero seguir trabajando por ello.

La mayor lección fue saber con quién cuento y con quiénes no. No siempre se es ganador por un título o una corona, uno se siente ganador cuando ve el reflejo de su trabajo. Se gana la experiencia, el conocimiento, las amistades, los escenarios. Eso es lo más importante de todo esto.


Para más información sígueme en Twitter: @camilo_osorio1


Si usted tiene alguna historia, relato o idea sobre Guacarí u otro municipio del Valle que deba ser publicada en Revista Carreta, no dude en escribirme a proyectocarreta@gmail.com





Cada vez tengo menos amigos en Guacarí. Ahora viajan muy poco, cada diciembre o a eventos muy puntuales, y los entiendo. En nuestras conversaciones siempre sale a flote que allá no hay nada para hacer, que las calles siguen rotas, que no hay trabajo, muchos chismosos y que hasta se secó el río Guabas. Por eso, muchos de ellos dicen que en Guacarí no pasa nada.

Yo también he dejado de ir, por las ocupaciones, el trabajo y todo lo demás, como dicen mis amigos. Pero cuando ya me estoy tomando mucho tiempo, alisto la maleta y me devuelvo. Y cada vez que regreso me doy cuenta que mis amigos están ciegos.


Aún no han visto las medallas que se ha ganado Stephan Cifuentes levantando pesas en todas las mal llamadas ‘para-competencias’. Tampoco han visto el parque que lograron levantar varios pelaos para practicar deportes extremos en El Limonar.

No tienen ni idea de la cantidad de personas que siguen ensayando danzas semanalmente en la Fundación Unarte, en Danzar para Vivir, en Majigua, en la Fundación Oro y Caña o en la Casa de la Cultura.


Tampoco saben que Margoth se ganó el premio ‘Los sabores de María’ por la delicia de su cocina. No han visto el talento fotográfico de Jorge Córdoba ni admirado el estilo inconfundible de las pinturas de Alejandro López ‘Fabal’ y desconocen de las tendencias que Miguel Becerra cada vez posiciona más en la moda nacional.


Y no estoy siendo romántico. Yo sé que es complejo encontrar trabajo en Guacarí, o conseguir apoyo en los recursos públicos y privados para adelantar iniciativas, sé lo imposible que parece materializar sueños y puedo seguir citando obstáculos. ¿Pero en serio están seguros de que en Guacarí no pasa nada?


Yo estoy seguro que están equivocados. Que además están pasando muchas cosas que desconocemos y que hay varios gestores en sus casas luchando para asegurar que en Guacarí sí está pasando algo.


Deberían volver y echamos carreta un rato.
*Si ustedes conocen más iniciativas (sociales, culturales, etc.), escríbanme y le contamos a los demás que en Guacarí sí está pasando algo.


Camilo Osorio
proyectocarreta@gmail.com
Este artículo fue uno de los primero que escribí al inicio de mi carrera en el periódico El País. Fue publicado el 13 julio del 2011. Aquella vez tardamos tres horas en llegar de Cali hasta Argelia, norte del Valle, donde se realizó un homenaje a la arriería y se instaló un monumento en el parque municipal.

Foto: Camilo Osorio


Algunos de ellos ya cambiaron las alpargatas por zapatos, el carriel por un maletín y la ‘peinilla’ la dejaron guardada en la casa. Lo que permanece son el sombrero y la costumbre de andar con las mulas por los caminos, loma arriba, en un oficio que parece estar muriendo. 

En Argelia, municipio del norte del Valle, sólo quedan quince arrieros que todavía dedican su vida a la tarea de transportar café, plátano o fríjol desde las fincas hasta los pueblos.

Por eso, la Sociedad de Mejoras Públicas de la localidad rindió el sábado pasado un homenaje a estos trabajadores, quienes con su machete abrieron el camino en esta región, hicieron la carretera y distribuyeron los cultivos por toda la zona andina.

A 224 kilómetros de Cali, en una de las casas de arquitectura campesina que quedan en Argelia, vive Hugo Usma Velázquez, el arriero más veterano de este pueblo.

Tiene 55 años y se parece un poco al personaje paisa Juan Valdéz, pero nació en las montañas de Tuluá. Nunca se quita el bigote y muy pocas veces utiliza el carriel.

Por su nombre no lo conoce nadie, pero si en Argelia alguien pregunta por ‘El arriero’ le indicarán que vive a pocas cuadras del parque.




Todo arriero carga en su carriel una aguja capotera para coser los bultos y la cabulla. Las mulas se cargan con dos bultos de no más de 11 kilos cada uno.




“Llevo 33 años en esto. De los más antiguos ya no hay ninguno, yo soy el más viejo de la última generación”, relata.

Por las calles empinadas de esta población aún son visibles estos hombres que escalan los invisibles caminos de la cordillera, pero este símbolo típico del eje cafetero sin duda está en vía de extinción.


Arrieros argelinos. Foto: Camilo Osorio

“El trabajo del arriero se ha deteriorado mucho por tanta carretera y la escasa producción de café. Últimamente me la paso por los lados de Cartago llevando madera”, relató Usma Velázquez.

Más de un año tiene la canción que Manuel Enrique Gómez Posada, el barbero del pueblo, compuso en honor a los arrieros y que se quedó guardada en un cajón de su peluquería.

Desde 1960, cuando llegó a vivir a Argelia, este hombre de 75 años, también sastre y cantante, entona boleros, tangos y ‘musiquita de carrilera’, luchando como los arrieros, para no desaparecer en el tiempo.



“De mi época han desaparecido muchos talentos y las administraciones no le ponen cuidado a eso. Aunque vivo aquí no se acordaron que tenía la canción indicada para este homenaje”, reniega un poco, con nostalgia del evento de este fin de semana.

“El arriero que llegaba, tomaba su aguardientico, se decía mulas pedorras, le quitaban el aparejo; las largaban a pastar, se emborrachaban los viejos”, canta apoyando el requinto en su piernas y acompañado de un sorbo de cerveza.

Manuel Enrique siguió cantando este sábado a menos de una cuadra del parque, donde más de 200 personas, vestidas de chapoleras y arrieros, asistieron a la inauguración del Monumento a la Arriería, que fue entregado como regalo a esta localidad.

Monumento que lucha contra el olvido y que es un gesto de gratitud, en un municipio rodeado por más de 87 kilómetros de cafetales.




"Para el Valle, Argelia no existe. Hay un gran potencial arqueológico en esta zona y no existe apoyo para investigarlo y divulgarlo”, Rafael castaño, investigador argelino


Monumento a la arriería. Foto: Camilo Osorio


Café que cambia la vida



A través del cultivo de café y el mantenimiento de las vías terciarias del Valle, más de 470 familias campesinas de las zonas rurales de 27 municipios del departamento han mejorado su calidad de vida. La mayoría de éstas vivían en situación de desplazamiento por causa de la violencia.


La Organización Internacional para las Migraciones, el Comité Departamental de Cafeteros y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional desarrolla el programa ‘Jóvenes rurales’, que le entrega a 150 familias desplazadas 300 hectáreas para el cultivo de café, con el fin de incentivar el autoempleo.

Y ‘Camineros’, programa que capacita a 200 hombres cabezas de hogar, también desplazados, en el mantenimiento de las vías terciarias de sus municipios.
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Camilo Osorio
Comunicador Social - Periodista de la Universidad del Valle. Periodista web del diario El País de Cali. Estudiante de Maestría en Innovación Social. De Guacarí, oís. Twitter: @camilo_osorio1
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