El profesor llegaba al salón y se sentaba en su escritorio a llamar a lista. Pasaba apellido por apellido hasta llegar a López, el Sergio Urrego que estudiaba conmigo.
Entonces cambiaba la entonación de su voz y movÃa las manos como cuando vuelan los pichoncitos. -¿ Vino Yajaira? - preguntaba el profesor Diego Micolta, hasta que Jhon Jairo decÃa ¡presente! Y él lo callaba con el grito de un militar para que aprendiera a responder como un macho.
Los siguientes 15 minutos, de una clase de 45, eran un montón de carcajadas sobre la ridiculización que Micolta hacÃa sobre Jhon Jairo, sobre la homosexualidad y a veces sobre el racismo. Luego estudiábamos los ejercicios.
Todo el colegio le decÃa Yajaira y a él parecÃa no molestarle. En el recreo muchas veces le halaban el cabello, buscaban como pegarle y le silbaban en los pasillos. Por eso sà se enojaba. Después tenÃamos que entrar a la clase de Trigo.
Empezaban a llamar a lista y entonces yo cruzaba los dedos. Siempre se detenÃa en López para hacer tantos chistes homofóbicos, que luego se le pasaba el tiempo y terminaba de verificar la asistencia tan rápido, que yo seguà siendo Camilo Osorio y no otro Sergio Urrego.
A veces se detenÃa en el nombre de las niñas. Les tocaba las manos, les miraba las piernas y les lanzaba besos. Todos se reÃan, tenÃamos 14 años.
La ridiculización de Jhon Jairo continuó hasta el final del año lectivo. Luego se cambió a otro grupo y ese año siguió siendo el chiste de los primeros 15 minutos de la clase de Cálculo. Asà hasta que nos graduamos.
Pero fue un chico valiente, nunca demostró lo horrible que se sentÃa entrar a la clases de matemáticas.
Nunca nadie dijo nada, porque al parecer no pasaba nada malo. Yo aún no me olvido de eso, asà que a lo mejor sà estaba sucediendo algo.
Diego, usted ni siquiera merece que yo lo llame maestro.
En honor al ya conocido Sergio y por todos los otros Sergio Urrego que también tienen miedo de entrar a la clase de matemáticas.