Una vieja que llora en silencio
por Camilo Osorio
fotografÃas de Jorge Urrego Lince
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FotografÃa: Jorge Urrego Lince, Revista Carreta |
Los dÃas de festividades empiezan temprano, con los vecinos sacando al andén los ruidosos bafles de sus equipos de sonido, con la reunión de mujeres adobando la carne de cerdo y con los niños corriendo por las calles con sus juguetes nuevos. Asà son las navidades y el año nuevo, calurosos, familiares, dulces, rumberos.
Pero incluso
en esos dÃas él prefiere pasar un par de horas bajo la sombra de los árboles,
empujar la vieja canoa de madera, tomar el remo y navegar sobre las aguas
dulces de la Madre Vieja de Videles.
En tiempos
pasados este lugar congregó a muchos pescadores que aprovechaban las crecientes
del rio Cauca sobre las amplias llanuras, para comercializar y alimentar a sus
familias con pescados como tilapia y bocachico, que se quedaban atrapados entre
los canales, las lagunas y la Madre Vieja del rio.
Durante este
ir y venir fundaron un caserÃo de pescadores en medio de tierras secas,
alejadas a 134 kilómetros del océano PacÃfico, y poco a poco se ganaron en
GuacarÃ, municipio al que pertenecen, la fama de vender buen pescado, de ser buenos
nadadores y de mover las piernas al ritmo de la salsa, el merengue y el
vallenato.
En tiempos
presentes Guabas se ha transformado más en un pueblo de corteros de caña y
menos en uno de pescadores. Todos sus lÃmites empiezan y terminan con caña de
azúcar y es esta misma planta la principal amenaza del único paraÃso ecológico
que caracteriza al caserÃo. Agua dulce versus plantas de azúcar.
Carlos
Humberto Posada, es uno de los pocos que se quedó en el bando del agua. Es él
quien navega por su corriente los dÃas festivos y es a uno de los locales que
más le duele ver llorar a la Madre Vieja. Llorar porque se seca.
La
contaminación de las aguas y el uso de fungicidas para los cañales han
impactado en la escases de peces del humedal, “ahorita hay bochachico y
tilapia, cuando tradicionalmente habÃan otras especies como el corroncho, el
bagre, el jetudo, la boquiancha, pero esos son peces ya en vÃa de extinción,
eso ya no se consigue”.
El pescado de la
Madre Vieja Videles de Guabas se comercializaba en GuacarÃ, Buga, Tuluá e
incluso en Bogotá; hasta hace pocos años el 70% de los habitantes de este corregimiento,
distanciado a cinco kilómetros de GuacarÃ, encontraban sustento económico en
esta práctica.
Dos kilómetros
y medio, de terreno y caña de azúcar, separan a las casas de Guabas con el humedal,
al que se puede viajar caminando, en moto o en bicicleta por un sendero que
bordea las aguas del rÃo Guabas y desemboca, en cerca de 15 minutos en la
orilla del rio Cauca. Y allà ya estás en el paraÃso.
Esta
desembocadura era un lugar estratégico para el pescador, pues en los
intercambios de agua suele encontrarse mucho pescado, “pero ya no” –afirma
Carlos Humberto- “aquà se reunÃan hasta diez canoas, con veinte pescadores,
listo para salir a topear. La topa es cuando todas las canoas se lanzan al rio
y forman un ruedo, hasta que escuchan una voz de alerta y todos lanzan la red
al centro”, hoy ya no se hace eso.
Hoy el espejo de
agua regulador del rÃo Cauca conocido como Madre Vieja Videles está amenazado por
la tala indiscriminada de árboles, el monocultivo de la caña, la contaminación
con basuras y quÃmicos y el desplazamiento forzado de sus 15 hectáreas de
extensión.
El problema empezó
cuando los dueños de las tierras aledañas al humedal, saborearon la
rentabilidad que les daba alquilar sus terrenos a los ingenios azucareros de la
región. Y asà en muy poco tiempo miles de plantas cilÃndricas se erigieron altivas
por todo el terreno.
La misma
glucosa que extraÃan de estas plantas endulzó la vida de los terratenientes
guabeños. Y cómo no dejarse seducir por un negocio tan próspero, si tan sólo
durante el pasado 2011 el Sector Azucarero Colombiano produjo 2.339.953 toneladas
métricas de azúcar crudo, 262.340 toneladas más que el año anterior.
Carlos Humberto,
el moreno alto de cabellos blancos y ondulados, precisa que las zonas aledañas al
humedal siempre han sido terrenos inundables, tierras que el agua del segundo
rio más largo del paÃs decide bañar, para descansar y continuar en su largo
camino hacia el Caribe. Tierras públicas.
“Ellos dicen
que el humedal los está perjudicando, pues debido a la ola invernal han perdido
partes de sus cultivos”, explica Posada; pero esa razón no es suficiente para justificar
la construcción de un jarillón que bordea toda la Madre Vieja para impedir que
sus aguas ahoguen a la caña.
Con costales
llenos de tierra, paredes de lata, alambre de púas y trozos de madera, los
responsables de esta decisión han levantado un dique de cerca de 4 metros de
alto y un metro de ancho, que en principio parece un sendero ecológico que
lleva al centro del humedal, pero su verdadera misión es cerrar el paso al
espejo de agua.
La otra
estrategia de mitigación del invierno fue la instalación de una motobomba que
extrae el agua que queda en los cultivos y la devuelve sin cuidado alguno al
humedal o viceversa, para hidratar la tierra en tiempos de sequÃa.
Estas
intervenciones no sólo afectaron a los peces que dejaron de abundar en este
lugar, también han impactado en los patos silvestres, las garzas y otras aves,
en los variados tipos de árboles que protegen sus lÃmites y en el agua del rÃo
Guabas, del rio Cauca y de la misma laguna.
El dique está
ubicado a menos de un metro de la orilla del agua rompiendo la normativa de 30 metros
de distancia permitidos para la protección del área boscosa, estos mismos
sirven de compuerta que impiden el paso del agua por las bóvedas que alimentan
a la Madre Vieja en tiempos de verano.
El destino de
este maravilloso lugar pareciera ser la muerte por deshidratación. Cómo
Videles, el departamento del Valle del Cauca tenÃa cerca de 49 humedales de los
cuales sobreviven menos de la mitad, los principales en municipios cercanos como
Yotoco.
Además de los
grandÃsimos esfuerzos que Corpoagua, una ONG sin ánimo de lucro de la cual Carlos
Humberto es lÃder, hace por la protección de este ecosistema, se creyó que al
incluirla como atractivo turÃstico dentro de la ruta Destino ParaÃso, su futuro
serÃa mejor.
Destino
ParaÃso es un programa de turismo rural direccionado por la Gobernación del
Valle y otras instituciones que destaca las bondades de los municipios de Buga,
GuacarÃ, Cerrito y Ginebra. La actividad sugerida en Guacarà es la visita
ecológica a la Madre Vieja a través de vallas publicitarias que se pueden ver
por la vÃa Panorama que atraviesa al departamento.
Pero ni en
GuacarÃ, ni en Guabas, ni en la vÃa al humedal, se encuentra algún tipo de
señal que confirme su pertenencia al programa turÃstico. La Madre Vieja está
por fuera del ParaÃso.
Además los
gestores de la iniciativa prometieron a los locales la consecución de canoas
equipadas con todos los elementos de seguridad para brindar el servicio de
navegación por sus aguas, balsas sin motor para proteger a los peces, cotizadas
en más de $1.000.000 cada una. Hasta ahora no ha llegado nada.
Los paseos
sobre los tres metros de profundidad de sus aguas se siguen haciendo en 30
oxidadas canoas, por algún Guabeño que
ande por ahà y esté motivado en hacer el recorrido.
No hay ninguna polÃtica clara sobre el llamado
Ecoturismo en la zona. Hasta ahora Coragua ha
tomado la iniciativa de desarrollar el Plan de
Manejo de la Madre Vieja de Videles, pero las
dependencias directamente responsables, como la
Corporación Autónoma Regional para el Valle de Cauca
CVC y el Departamento de Gestión Ambiental de Buga,
siguen enfrentando la problemática de
forma desatomizada.
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Foto: Jorge Urrego Lince |
“A
mà me decÃa un profesor de la Universidad del Valle que en efecto era muy
complicado que tan pocas personas defendieran un patrimonio como este, que para
enfrentar los problemas de la Madre Vieja habÃa que involucrar a toda la
sociedad civil, que la gente se apropiara de ella, que la defendiera. Porque
son pocos los que tienen la misma conciencia que los lÃderes de Coragua”, decÃa
Nilma Plaza, mientras navegábamos por las aguas del humedal.
Y
es que sólo falta visitarla y dar un paseo por sus aguas para entender su
problema. La corriente es suave, el agua es tibia y mientras más te adentras en
su laguna, más cerca se ve la cordillera, los copos de las nubes se tornan
alcanzables y sólo escuchas el abrazo que da el remo, cuando se impulsa sobre
la superficie lÃquida.
Diez
minutos más tarde el agua inundaba la canoa, pero el navegante y nosotros, los
pasajeros, seguÃamos inmóviles flotando en el silencio. Con un tarro plástico partido
en la mitad empecé a sacar el peso que nos sumaba el agua mientras Carlos
Humberto recordaba viejos tiempos. “El paseo era los fines de semana, venÃan
todas las familias y preparaban el almuerzo, mientras los muchachos competÃamos
en carreras nadando por todo el ancho de la Madre Vieja; por eso dicen que todo
Guabeño sabe nadar”.
Los
árboles crecen de sus aguas, el sol se funde con su horizonte, y todo es tan
tranquilo, el aire no produce ningún sonido, que su llanto sólo se escucha en
el silencio, pues todos lloramos ante el olvido, por el miedo insoportable de
saber que estamos muriendo.
Twitter: @camilo_osorio1